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"Solo me gusta ser una pequeña pieza en tu extraña vida..."

sábado, 7 de agosto de 2010

Testimonios del tiempo y de los sueños.


Antigüedades, un montón de trastos viejos e inútiles con una finalidad más bien decorativa, capaces de volver locos a muchos interesados, y que pareciera que toman valor nada más que por el hecho de que podemos verlos y poseerlos en el día de hoy, pero que están continuamente trayendo a la memoria ideales y conceptos pasados de moda, de los cuales tal vez ni siquiera fuimos testigos, como es mi caso por el hecho de que solamente tengo 18 años. Cosas que guardamos sin saber muy bien porque, siempre diciendo "Lo dejo, tal vez en otro momento sirva", a pesar de ser consciente de que prácticamente todas las probabilidades indican que no será así, porque cuando se necesita algo es más fácil recurrir a lo nuevo, a lo que se puede conseguir de forma instantánea, no a lo pasado de moda, no a lo que hay que buscar entre los rincones de la memoria y de las habitaciones para volver a darnos cuenta de que existe. Son cosas que dejamos atrás, que no vuelven a existir hasta que no surge el momento melancólico en la reuniones familiares y alguien con buena memoria y con una media sonrisa resignada y tonalidad de "antes era mejor" (aunque no lo sienta la mayoría del tiempo), dice: "¿Te acordás de aquella caja donde mamá guardaba los caramelos y que solo nos daba uno todos los Domingos después del almuerzo?". Cosas que se amontonaban en la oscuridad de un altillo, cubriéndose de polvo con el pasar de los años hasta que llega algún hijo o nieto del dueño con ganas de hacer una limpieza porque necesita espacio para poner las pilas de cassettes que estaban en el living pero que ahora ese lugar lo ocupa su nueva colección de DVDs. Ahí con un accionar libre de sentimentalismo, decide vender, tirar o regalar, cumpliendo así con un ciclo natural, pensemos sino que si toda cosa que produce el ser humano quedasen en su logar original, viviríamos en un laberinto de altas paredes de objetos colocados unos sobre otros. Tal vez para esos hijos y nietos no sirven para nada, pero hay un mercado específico para esto y siempre va a haber alguien interesado en gastar su dinero en chucherías. A mí, son cosas que me llaman mucho la atención. Me gustan. Son testimonios de algo que no viví. Un domingo, paseando por la feria de la plaza Dorrego en San Telmo, entre todas las cosas del puesto, vi un osito de peluche, apolillado, de un verde descolorido. No lo compre pero sin saber por qué tuve la necesidad de sacarle fotos, me llamaba muchísimo la atención. Mi papá me miraba con cara de "ésta está loca, con todas las cosas que hay le saca fotos a un oso de peluche mugroso". Yo voy con toda la emoción a mostrarle la cámara a mi mamá, que tampoco me entendió mucho. Más tarde, cuando veía todas las fotos que había sacado ese día, me quede mirando la del osito de peluche y me puse a pensar. Está tan cómodo, sentado ahí, tan solo, ese osito necesita a un nene que duerma abrazado a él. Todo oso de peluche necesita de un niño que se duerma con él, que le hable, le cuente sus problemas y llore abrazado a él. Sino la existencia del oso de peluche sería totalmente inútil, ese es su objetivo, sus días no se miden como los de las personas, solo cuentan los días en los que ellos existen en la mente de su dueño, que se encarga de generarles una personalidad, una jerarquía dentro de una sociedad de seres inanimados que viven y forman su mundo infantil de fantasías. Entonces surgen las preguntas, ¿Por qué ese osito llego a estar allí?; ¿Cuántos "años de osos" tendrá?; ¿Cuántas veces las lagrimas por caprichos lo habrán empapado?; ¿Cuántas aventuras habrá vivido?; ¿Cuántas veces un niño lo habrá rodeado con sus brazos temerosos en una noche oscura, bajo las sábanas, generando un escudo protector anti-monstruos?; ¿Se lo habrán regalado sus padres a su original dueño, o cómo llego a sus manos?; ¿Y qué represento para el mismo?; yendo un poco más allá ¿Qué habrá sido de la vida de ese niño crecido? ¿Qué edad tendrá en la actualidad? ¿Vivirá? Son cosas que jamás sabremos, son secretos que quedaran guardados tras esos pequeños hocicos de sonrisa de lana. Y así se comprende lo que llama la atención y hasta fanatiza a las personas con respecto a las antigüedades. Nos hacen pensar, son generadoras de historias que llenan los espacios de nuestras propias vivencias, sean éstas de la duración que sean. Por un momento nos vamos de la realidad acelerada de la vida moderna para remontarnos a espacios lejanos, modificados por nuestros recuerdos y nuestras experiencias, modelados a nuestro gusto, conocidos. Volvemos a ser un niño junto a su osito de peluche, un niño que vive y sueña dentro de nosotros.
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